INICIOS DE LA PRESENCIA SALESIANA EN ANDALUCÍA, DESDE Y EN CÁDIZ
A UTRERA, DESDE CÁDIZ, FEBRERO DE 1881.
La primera fundación salesiana
en España se abre en Utrera, en febrero de 1881, por iniciativa de D. Diego Mª
de Santiago Calvo de la Banda y Aragón, Marqués de la Casa de Ulloa, que cedió
a los salesianos una casa y les aseguró el estipendio de 4 a 6 misas diarias y
del Arzobispo de Sevilla D. Joaquín Lluch y Garriga, que les cedió la Iglesia
de Nuestra Señora del Carmen; en octubre de 1881, comenzaron las clases en esta
escuela, asistiendo más de 100 alumnos.
La apertura de la casa de Utrera, se había empezado a gestar a inicios de 1880, en el viaje que los salesianos, enviados por D. Bosco (el sacerdote D. Juan Cagliero y el coadjutor Sr. José Rossi), realizaron por España en el mes de enero; el encuentro con el Arzobispo Lluch fue muy fructífero, ya que él pensaba en ofrecer a los Salesianos además de la fundación de Utrera, otras fundaciones dentro de su archidiócesis.
En concreto, en la capital Sevillana (en el convento desamortizado y vacío de los Trinitarios y que luego será la casa salesiana de la Trinidad) el citado convento se entregó a los Salesianos en 1882, aunque la casa no se abrió hasta 1892. También, en marzo de 1881, se les ofreció abrir una casa en Écija, que no sería una realidad hasta 1897.
La primera comunidad salesiana
(formada por los sacerdotes D. Juan Branda director, D. Ernesto Oberti,
prefecto, D. Carlos Pane, catequista, D. Francisco Atzeni , clérigo, maestro y
asistente, el coadjutor Sr. Miguel Branda, maestro de música, y el Sr. José
Goitre, no salesiano, pero que vivía en la comunidad, como familiar de la
misma, cocinero), partieron junto con la Sexta Expedición Misionera a América,
formada por 6 Salesianos y 8 Hijas de María Auxiliadora, desde Valdocco el 20
de enero de 1881.
Desde allí viajaron en tren hasta San Pier d`Arena (Génova), donde esperaron varios días, hasta el 3 de febrero, cuando embarcados en el vapor Humberto I, partieron desde el puerto de Génova, una travesía complicada por el mal tiempo, tuvieron realizar una escala de tres días en Marsella (para reparar la hélice del barco), teniendo que pernoctar en la casa salesiana marsellesa de San León, donde permanecieron hasta el día 7, salieron hacia Barcelona a la que llegaron el día 8 al anochecer.
El día 9 por la noche partieron hacia Gibraltar donde llegaron el día 11, el grupo de los salesianos que iban a América y la comunidad de Utrera se separaron entonces, después de tres días en “El Peñón” se embarcaron, al amanecer del día 15, en un pequeño barco, que bordeo la costa gaditana, llegando a Cádiz hacia las 5 de la tarde de ese día.
Una placa en bronce situada en el vestíbulo del Santuario de María Auxiliadora de Cádiz, recuerda de esta manera este evento:
” EN EL CENTENARIO DE LA LLEGADA DE LOS PRIMEROS SALESIANOS A ESPAÑA POR CADIZ Y EN SU 75 ANIVERSARIO SE RESTAURÓ ESTE COLEGIO “SAN IGNACIO”, FUNDADO POR Dª ANA DE VIYA, CADIZ FEBRERO DE 1981”
Cádiz estaba totalmente rodeada de murallas, el Frente de Tierra, separaba la misma de los Extramuros, en los que solo había un núcleo habitado en torno a la iglesia de San José. La muralla separaba el puerto de la ciudad a la que se accedía a través de las Puertas de Mar (situada en la plaza de Isabel II, actual San Juan de Dios) y las puertas de San Carlos en la zona de la actual plaza de España. El puerto de Cádiz carecía entonces, de muelles de atraque y para acceder a la ciudad por barco, el pasaje debería hacer un trasbordo en barcas pequeña Una vez dentro de la ciudad, la ciudad contaba con algunas fondas para hospedarse y cerca del puerto estaba la iglesia conventual de Santo Domingo, donde recibía culto la Virgen del Rosario, patrona de la ciudad.
La estación de ferrocarril, por llamarle a alguna manera, era una pequeña construcción de madera, situada en el lugar de la actual, había sido inaugurada el 13 de marzo de 1861, la Compañía de los Ferrocarriles de Sevilla a Jerez y Cádiz, realizaba este trayecto de159 km, con una frecuencia de tres viajes diarios ya en 1881.
Estos datos te permitirán, contextualizar lo que D. Francisco Atzeni primer cronista de la casa salesiana de Utrera, cuenta sobre la estancia de los salesianos en Cádiz, y que se completa con la carta que D. Cagliero, envió a D. Rua el 21/II/1881 y que transcribo, en negrilla las observaciones de D. Cagliero:
“Llegaron barcas
al buque. Nos invitaron a bajar a ellas para llevarnos al muelle…
Éramos 7 (los seis miembros de la Comunidad y D. Cagliero), pagamos siete duros por el pase… y las
maletas tres reales cada una (las maletas iban en otra barca) …
En la aduana nos
pesaron los libros y objetos del equipaje, por cada kilo, nos hicieron pagar 65
cts. …
Finalmente
pudimos ir a descansar un poco en una fonda, y a cenar y dormir algo, hasta la
mañana siguiente, 16 de febrero de 1881….
Celebramos la santa misa en la iglesia de
Nuestra Señora del Rosario. Desayunamos tranquilamente.
Visitamos la ciudad (entre los lugares visitados
estuvo la catedral, de la que hablan de su belleza arquitectónica, comieron
luego en la fonda, y recogieron el equipaje, pagaron
por la cuenta 14 duros en total)
Salimos de Cádiz en el tren de las dos y media de la tarde…A las seis y media de la tarde del día 16 de febrero de 1881, llegamos a Utrera cuyas hermosas torres pudimos ver desde el tren antes de que llegásemos a la ciudad”.
Dos años más tarde, en 1883,
los salesianos se encargan de la gestión y acción pedagógica del Asilo de San
Bartolomé, en Málaga, donde en la primavera de ese curso funcionan cuatro
talleres para el aprendizaje artesanal, con 75 alumnos internos y 400 alumnos
externos, la actitud del Patronato del Asilo provocó la falta de autonomía
educativa y económica e hizo que se decidiese abandonar tal colaboración en
agosto de ese mismo año, hasta 1894, en el que se funda el Oratorio de San
Enrique, volviendo en 1897 a dirigir el Colegio de San Bartolomé.
En 1893, la Congregación solicita por medio de su responsable en España. D. Felipe Rinaldi (en 1892, se había erigido la Inspectoría Ibérica, con sede en la casa de Sarriá, Barcelona) la autorización jurídica para actuar en España, concedida por la Reina Regente el 25 de octubre de 1893, en este reconocimiento jurídico la Sociedad declaraba que su ocupación era la enseñanza gratuita a las clases populares y en las misiones de Ultramar y a cambio se les reconocía como entes morales legalmente constituidos y exentos de cargas fiscales.
Este reconocimiento produjo que, en otros decretos ministeriales y normas de oficinas estatales, se les reconociera a los salesianos profesos y novicios la exención del servicio militar, el 1/IX/1897; el 18/6/1898, se les concedió la rebaja del 50 % en el pago de los viajes por ferrocarril, que permaneció hasta su anulación en 1930; y en 1902, se confirmó la rebaja del 50 % en los pasajes de la Compañía Trasatlántica, tanto en los viajes en puertos hispanos, como europeos y americanos.
Desde la llegada a Utrera, la difusión de la actividad y el conocimiento de la obra salesiana en España fue incesante, un hito fundamental fue En el IV Congreso Católico Nacional celebrado en Tarragona, en 1894, a instancias de D. Rinaldi y ante 21 obispos españoles presentes, se dio a conocer la obra salesiana en España por medio del yerno de Dª Dorotea Chopitea (artífice fundamental en la fundación de la Casa de Sarriá en Barcelona, en 1884), D. Narciso Pascual con un discurso “La Congregación Salesiana y los Obreros”, a partir de entonces las peticiones para nuevas fundaciones fueron tan numerosas que no pudieron ser atendidas.
Al comenzar el siglo XX, eran 19, las escuelas que la Congregación tenía abiertas en España, con un total de 274 salesianos, de los que 165 habían realizado los votos de pertenencia a la Congregación de forma definitiva, eran pues, profesos perpetuos, y 109 estaban en formación, el 40 % del total, en este segundo grupo hay que diferenciar entre los adscritos, es decir, aquellos que se encontraban en la primera fase de la formación, 80 salesianos entre clérigos y coadjutores, y los 29 salesianos con votos temporales, o trienales; los primeros realizaban su formación fundamentalmente en las casas de Sarriá, Gerona y San Vicent del Horts, el número de salesianos y la condición de los mismos según las casas, es muy variable, lógicamente dependiendo de la complejidad de las actividades educativas desarrolladas en cada casa.
La expansión de la obra salesiana en dos décadas fue enorme, y propició que el IX Capítulo General de los Salesianos, el 2/9/1901, determinase pedir a la Santa Sede la erección canónica de las 31 Inspectorías existentes, en todo el mundo, hasta entonces de forma privada y familiar, la Sagrada Congregación de Religiosos creó canónicamente todas las Inspectorías Salesianas por rescripto de 20/I/1902, momento en que se creó la Inspectoría Bética de María Auxiliadora con capital en Sevilla y sede en la casa de la Santísima Trinidad, abarcaba la zona Andalucía, Extremadura y Canarias, con siete casas; D. Pedro Ricaldone fue su primer Inspector.
En Andalucía D. Rinaldi abrió la fundación del Oratorio de San Francisco de Sales de Córdoba en 1901, por la iniciativa del sacerdote D. Mariano Amaya y de D. F. Romero Bolloquí.
EL LARGO PROCESO DE LA FUNDACIÓN DEL ASILO ESCUELA “SAN IGNACIO, DE CÁDIZ, 1886-1904
Tras dos años sin fundaciones, en 1904 se abrió la fundación de Asilo-Escuela San Ignacio de Cádiz, gracias a la iniciativa del canónigo de D. Felix Soto y Mancera y de Dª Ana de Viya y Jáuregui, sin dejar a un lado la intervención de D. Ernesto Oberti, salesiano de la comunidad de Utrera.
Dª Ana de Viya y Jáuregui, fue la séptima de los hijos de D. Ignacio de Viya, y de Dª Josefa de Jáuregui,
procedentes de Veracruz (Méjico), donde hicieron fortuna gracias a la actividad
comercial y a los negocios de imprenta; residentes en Cádiz, al menos desde
1823, momento que coincide con el proceso de luchas por la Independencia de
Méjico.
Dª Ana de Viya y Jáuregui, nacida en 1838, nunca contrajo matrimonio, a pesar de su gran fortuna, no puede ser considerada una persona demasiado activa en el aspecto económico; no tenía la Bienhechora mentalidad de empresaria, no invirtió su capital en actividades industriales o comerciales, no participó pues de forma clara en la vida económica de la ciudad.
Sin embargo, si lo hizo y de forma intensa en el ámbito religioso y
benéfico, como lo manifiesta entre otros aspectos, la donación de un millón de
reales para la reforma y rehabilitación del Seminario Diocesano, reinaugurado
el 7/12/1890 y la donación a la Catedral de una custodia de plata dorada, con
pedrería de diamantes, esmeraldas y brillantes, además de abundantes perlas,
considerada una de las joyas del museo y tesoro episcopal.
El canónigo gaditano D. Félix Soto y Mancera, que posteriormente sería Obispo de Badajoz, muy cercano a Dª Ana, conocía la fundación de la escuela salesiana de Nuestra Señora del Carmen de Utrera (Sevilla).
Ambos visitaron a D. Bosco, en Turín entre los años 1886 y 1887 (eso al menos afirma D. Joaquín Bressan, salesiano y primer director, en un artículo publicado en el Diario de Cádiz el 21/01/1922) solicitándole que la Congregación abriese una casa en Cádiz; no obstante, las dificultades que se planteaban para la misma parecían insalvables: la falta de personal en la Congregación, las dificultades idiomáticas y los problemas políticos para cualquier fundación extranjera.
Estas dificultades retrasaron su proyecto, pero no la desanimaron, en 1897, compró unos terrenos en el distrito de Segismundo Moret, cerca del camino del Arrecife (hoy avenida Ana de Viya), junto a la iglesia de la parroquia de San José y encargó a Don Cayetano Santolaya, arquitecto municipal, la construcción del edificio originario de la escuela.
La apertura de la Casa Salesiana de Cádiz, fue aceptada en 1901, gracias a la intervención del salesiano D. Ernesto Oberti.
El primer Inspector de la Bética y Director de la Casa sevillana de la
Santísima Trinidad, D. Pedro Ricaldone,
afirma en 1903:
“... Uno de estos días marcharé a Cádiz, donde hay una generosa Cooperadora que ha levantado un
hermoso edificio, quiere que tomemos la dirección, desea la señora que se
eduquen en esta casa alrededor del centenar de chicos artesanos, internos,
corriendo a cargo de dicha bienhechora todo lo necesario para la conveniente
educación y alimentación de los muchachos...”
El edificio, aún sin
finalizar, fue entregado a la Congregación Salesiana en marzo de 1904. Las obras aún durarían hasta 1912, pero las actividades
educativas comenzaron de inmediato.
INICIOS DE LA OBRA SALESIANA EN CÁDIZ
La casa fue inaugurada oficialmente el 12 de diciembre de 1904, los salesianos coordinaron la finalización de las obras de la Casa, y en septiembre comenzaron las clases con casi 250 alumnos externos y 50 internos.
El “Diario de Cádiz” del 1/5/1905, recogía la
siguiente reseña:
“En el magnífico colegio levantado y sostenido
en los Extramuros por la caridad inagotable de la respetable señora Ana de Viya
y Jáuregui, tuvo lugar ayer el acto del primer reparto de premios a los jóvenes
que allí se educan. Allí tuvo la ocasión de evidenciar de modo palmario la
esmerada educación que reciben de los padres Salesianos.
El acto se celebró en el amplio salón de la
planta baja, donde se encuentra establecido el teatro, concurriendo Ana de Viya
y numerosas familias de alumnos. Después del himno de bienvenida se interpretó
por los jóvenes del colegio el drama “la casa de la fortuna” destacando los
alumnos Manuel Benetti y Antonio Brea. A continuación, el niño Antonio Velo
recitó una muy bien inspirada poesía a Cervantes. También se distinguieron en
los diferentes números del programa los niños Francisco Torres, Francisco
Martínez y Salvador Ruzo.
Después del reparto de premios, Ana de Viya
escuchó muchas felicitaciones por ver en la práctica os buenos frutos de su admirable
obra”
Concluía así oficialmente el primer curso escolar de esta escuela. La pequeña comunidad salesiana estará animada por D. Joaquín Bressan, será el primero de los XXIV directores que hasta hoy ha tenido la Casa de Cádiz, italiano de origen, estuvo 18 años, al mando de la nueva Casa, de él, dicen los que le conocieron que era de exquisitas maneras, ecuánime, caritativo, razonable, prudente, justo, hombre de pocas palabras, pero siempre atento a su deber.
Al comenzar el curso 1905-1906, se inauguraron los talleres de Carpintería (en las especialidades de Ebanistería y Talla), Sastrería y Zapatería, a los que seguirían los de Imprenta y Encuadernación en los cursos siguientes.
A cabo de un año escaso de la fundación, se desarrollaban en la casa actividades educativas con artesanos, estudiantes, escuelas nocturnas y oratorio festivo.
Todo un programa educativo, en el además del teatro como hemos mencionado que no faltó la música, en mayo de 1907 actuó por primera vez la banda de música del colegio, incrementada con cornetas y tambores, y que se mantendría actuando por la ciudad y la provincia durante muchos años.
La finalidad perseguida por Dª Ana era la
de dar albergue, instrucción y educación cristiana a niños pobres de la ciudad
y de los alrededores. De ahí su interés
por la Congregación Salesiana, que desde su fundación se había dedicado
preferentemente a la formación profesional, y a la que confió dándoles la más
amplia libertad de acción, la dirección administrativa y pedagógica de la nueva
institución, denominada por su expreso deseo “Asilo Escuela San Ignacio” en
memoria de su padre.
La Fundadora visitaba frecuentemente las instalaciones del Asilo-escuela, con motivos de las fiestas, entregas de premios a los alumnos, ordenaciones sacerdotales de los nuevos salesianos... Los actos celebrados, siempre que su salud lo permitía, con motivo de su onomástica en el mes de julio, revestían especial solemnidad y servían de digno colofón al curso académico.
Siempre manifestó la idea de hacer su heredero universal al Asilo por
ella fundado; hemos de hacer una puntualización a este respecto, tras la Guerra
Mundial de 1914 y la Revolución Soviética de 1917, los bienes legados a la
Fundación, habían perdido una parte considerable de su valor e incluso algunos
de ellos no valían absolutamente nada.
Dª Ana falleció el 27 de diciembre de 1919, a los 81 años, y
las dificultades económicas comenzaron tras su muerte, que pudieron provocar el
cierre de la Casa, aunque gracias a las ayudas de personas generosas, que
financiaron becas y a las subvenciones esporádicas de las entidades públicas,
pudieron seguir educándose de forma gratuita tanto los alumnos internos como
los externos, a esto se sumó la clara opción de la Congregación por mantener
abierta la escuela, convirtiendo la misma en casa de formación de los
“Aspirantes” a salesianos, denominados entonces “Hijos de María”.
Siempre ha sido una constante la búsqueda de
recursos económicos que permitan el sostenimiento de la Casa haciéndola
compatible con los objetivos de la Fundación y de la Congregación de la
gratuidad de la educación y la atención a los chicos más desfavorecidos, así la
Diputación Provincial de Cádiz, en 1927, acordará con D. Modesto Jiménez de
Martagón becar a chicos huérfanos de pueblos de la provincia, para que estudien
en la casa en régimen de internado, durante
Durante la Guerra Civil será el Auxilio Social
y en la larga posguerra serán los huérfanos de los soldados del Ejército de
Tierra, los que llenen sus aulas; le seguirán en los años 60, con el
desarrollismo, los becarios de Astilleros y del Patronato para la Igualdad de
Oportunidades; luego llegaron las subvenciones estatales regulado por la Ley de
Educación de 1970, posteriormente el régimen de conciertos educativos. Las
circunstancias cambian, los Salesianos se adaptan, pero, el carácter
eminentemente social de la obra salesiana de Cádiz, se ha mantenido siempre.
Dificultades y cambios no solo en lo económico, también en lo político, D. Modesto Jiménez, el cuarto de los Directores, del que dicen que era hombre sencillo, trabajador, humilde y santamente atrevido, salvó el colegio de dos cerrojazos casi definitivos, tuvo que lidiar nada menos que con la reforma educativa de la República; atrevido, si, en pleno 1931, con lo que caía entonces por España, inauguró el monumento a Don Bosco, entonces aún Beato, el grupo escultórico iba para Bogotá, pero la necesidad de pagar de las tasas de la aduana, 1000 pesetas de entonces, hicieron que se quedara para siempre en Cádiz ¡Si el mármol hablara!, ¡Cuantas historias, anécdotas, problemillas y problemazos, podría contarnos!.
Este texto se ha publicado en el libro 'Hoy, Don Bosco', por iniciativa del Centro Local de Cooperadores Salesianos de Cádiz, en 2024.
Manuel Holgado García
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